Sep 30 2005
Mis sardinitas, qué ricas son…
Escrito por laaguja | Archivado en: Rojodeporte de elite | deporte profesional
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el 30.09.2005 (Friday) a las 18:25:26 y está archivado en
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El ser humano siempre ha sido una mercancía para otros seres humanos más poderosos. Los tiempos, en algunas sociedades, han ido dulcificando un poco el asunto pero en una ridícula medida. Sin embargo una cosa es que esta sea la triste realidad y otra, más bellaca, es que encima nos la restriegen en nuestras propias narices y a la luz del día. Como el deporte de competición es como una gran lupa, en él se reflejan claramente todos los tics y tacs de la sociedad. Así que esto de comprar deportistas a países más atrasados para sacarles la plusvalía económica correspondiente no deja de ser lo mismo que el invento sacado en Kioto, en donde los países desarrollados pueden comprar contaminación a los más pobres y seguir enmierdando el planeta con la cuota que le correspondería a éstos.
Volviendo al deporte, aunque desaparecieran las selecciones nacionales y todo el montaje patriótico que le rodea, el negocio como tal seguiría existiendo con la misma falta de ética y de pudor. Y a las pruebas me remito: ya hay equipos cuyos dueños absolutos no son sino multimillonarios que pasan de sentimentalismos y otras coñas. Ellos a lo suyo, al negocio puro y duro. Y tienen éxito los tíos.
Aunque quizás todas estas compras de “material” tercermundista lleguen a acabarse el día en que la biotecnología dé sus primeros frutos tangibles y la ética social se adapte a estos. Quiero decir, que a las primeras potencias un día no muy lejano les bastará con modificar al alza las excelentes cualidades y condiciones iniciales de algunos deportistas del país para hacerlos más perfectos y completos. Una operación correctora por aquí, unas células madres por allá… Si una señora o un señor pueden entrar en un quirófano y salir del mismo sin que los reconozca ni la madre que los parió (cambios de nariz, de labios, alzado de pómulos y otros enjaretamientos), ya me dirás qué se podrá hacer dentro de poco (y muy legal, oiga) con otras partes del cuerpo y otras energías. Entonces ya no será necesario ni siquiera recurrir a la compra de mano de obra barata para el deporte propio, buscando allá por África o Asia.
Pues sí que tienes razón; este asunto no deja de ser una trata de negros, dicho sea con todos los respetos y ningún atisbo racista. El atleta de la noticia ha debido hasta cambiarse el nombre, lo cual es algo que entronca con lo directamente personal. Tengo en mente cuando escribo esto aquella soberbia serie de televisión, “Raíces”, donde Kunta Kinte se llevo una soberana paliza a base de latigazos por no aceptar su nombre de esclavo, Tobi creo recordar. Una serie documentada y basada en hechos reales.
Así pues, al campeón le han cambiado el nombre, y no creo que haya sido un acto voluntario, como sí lo fue en el caso de “El más grande”, Muhammad Alí. Aunque bien pensado…, tal vez yo tambíen aceptaría ir a la mezquita dos veces por semana si me untasen con esas cantidades. Como decía el fenicio: “es cuestión de precio”.