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Yo lo tengo más o menos claro. El deporte base disminuye y el espectáculo del deporte de élite paga las consecuencias. De hecho lo lleva haciendo desde hace años. Basta echar una ojeada a los grandes campeones de los principales deportes para darse cuenta que cada vez hay más gente del pasado y menos del presente. La ventaja de los escasos campeones de ahora es que la tecnología, la ciencia, la medicina y los estudios psicofísicos han adelantado una barbaridad, lo que hace que los de hoy puedan hacer cosas que no hacían los de antaño. Pero ya me gustaría ver correr a Amstrong con una bicicleta de la época de Bahamontes y en las duras condiciones de antaño. O a Alonso con los coches y en los circuitos que peleó Juan Manuel Fangio. O a Pedrosa con la mecánica y medios existentes en tiempos de Angel Nieto. O a Federer jugar contra Santana o Nastase. Pienso que no es nostalgia de un tiempo que bien ido está, sino que comparando las duras condiciones del ayer y del hoy, la balanza del esfuerzo y de la calidad se inclina hacia atrás. (Y nopongo ejemplos de fútbolistas porque entonces es que me da la risa).
Cada vez hay más jugadores extranjeros/as en nuestras ligas (fútbol, baloncesto, balonmano, voleibol, fútbol sala…). Eso sólo puede querer decir que o bien no se cuida nuestro deporte base, o que el deporte base de otros lugares es mejor que el nuestro, o ambas cosas a la vez. Pero no sólo ocurre en nuestras ligas profesionales (que al fin y al cabo se sostienen en gran medida gracias a la iniciativa privada); lo preocupante es que nuestras federaciones nacionales ya ven como algo normal la importación de talentos deportivos para acercarse a los medalleros internacionales. No pondremos ejemplos, que todos los tenemos en la mente, aunque no nos resistimos a volver a citar el caso más sangrante de todos: la Federación Española de Deportes de Invierno y el alemán Johann Muelleg.