Nov 01 2005
Tabaco no, gracias
Escrito por laaguja | Archivado en: Azulsalud | patrocinios y publicidad
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el 01.11.2005 (Tuesday) a las 22:03:48 y está archivado en
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Dentro de las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras, la más informal (por llamarla de alguna manera) de las dependencias de la UBA [Universidad de Buenos Aires] todavía se permite fumar tabaco. Esto corre por decisión de cada docente, y por lo general durante el turno noche lo aceptan.
En el patio se permite fumar todo lo que se pueda errollar dentro de un papel, encenderlo y llevarse a la boca; cabe recordar que en Argentina la policía tiene prohibido ingresar en los recintos de la universidades.
En España también las Universidades son “pequeños Estados”. Las fuerzas del orden público deben pedir permiso al Rector… Bueno, más bien es el Rector quien debe llamar a las fuerzas de seguridad del Estado si necesita que éstas ayuden en algún punto a la buena marcha de la Universidad. Ya me entiendes… El caso es que esa prohibición está quedando, en la práctica, sin efecto.
Supongo que caminamos hacia un mundo sin humos, tanto en Argentina como en Europa. Tanto mejor ;-)
Yo también he considerado siempre abusivo el uso del tabaco ante las narices y narizotas de los no fumadores. Más de una quemadura se han llevado mis pantalones o camisas por culpa de viciosos del tabaco. Siempre he considerado el fumar un signo concreto de estupidez. Hay estupideces mayores y mucho más deleznables y en las que muchísimos no fumadores caen todos los días, pero vamos a lo que vamos. (Entre paréntesis diré que a mí no me suena eso del “homo sapiens”. El único homo que reconozco -incluyéndome a mí- es al “homo estúpidus”.
Pero lo peor del tabaco no es el humo (sí, ya sé que mata, pero también el de los coches o las fábricas), sino el olor. Todavía recuerdo esos dedos y dientes amarillentos de antaño en la gente perdidamente fumadora. Allá ellos con sus preferencias de colorines. Pero del olor sí que no nos podemos defender. Como tengo escrito en algún sitio, “lo peor del tabaco no es que mata; es que huele”. Y huele horriblemente mal. Y si se han inventado los desodorantes y la ducha y el cambio de calzoncillos, no sé porqué demonios tenemos que aguantar el olor ajeno de manera tan gratuita y egoísta por parte de muchos. Ir a una reunión de colegas, o a un bar, no digamos a un bodorrio y estar allí un par de horas, significa que luego en casa llega uno echando un pestazo a cigarro en la ropa que no veas. ¡Hasta ahí podíamos llegar, fumadores empedernidos!
Recuerdo que en mis años mozos (perdona que me extienda un poco), cuando íbamos de rebeldes con ganas de comernos el mundo (ahora ya estamos casi devorados, aunque suerte tenemos que a nuestra edad todavía saquemos un poco los pies del plato, cosa que ya no hacen ni el 90 % de esos que se dedican al mamoneo en nombre de antiguos ideales hoy de capa caída) mi crítica polémica contra el tabaco firaba en este asunto de la olienda. Y ahí se acababan las discusiones porque mi argumento era irrebatible. Como, pese a todo, llevaba siempre las de perder (acompañado por unos pocos raritos como yo), al final recurría a ciertas excentricidades que hoy día hasta me sonrojan cuando las cuento.
-Pues si yo tengo que aguantar vuestro pestazo a tabaco, vosotros también deberéis aguantar de vez en cuando mis pestilentes olores -amenazaba cuando se me inflataban los castaplines.
Y para demostrar que mis amenazas no eran gratuitas, me soltaba unos cuantos cuescos silenciosos pero bien perfumados que ponían el aula (ojo, lo hacía sin el profesor delante, que tonto no era) con una aroma de chanel nº 5. Y cuando no, alguna ita de peste que se me caía en plena charla tabaquera. Hasta una vez (en esta ocasión con un profe delante, muy fumador el gachó) amenacé con comer pipas en clase dado que consideraba menos lesivo al medio ambiente y a mis pulmones y los ajenos el sonoro craqueo del girasol partido que aquel pestazo a tabaco que no se podía aguantar. Y en un par de veces cumplí la amenaza, con el cachondeo que cabe imaginar.
En fin, amigos, que no creo que estire la pata viendo como se cumplen las normas y nos dejan a los no fumadores en paz y con las narices bien limpias. Lo dices muy bien en el artículo: “el derecho a fumar”. Pues frente a ese derecho, cuesco va y cuesco viene a ver si así escarmientan algunos en nariz propia.
Ja, ja, ja. La verdad es que tienes toda la razón. Yo también había pensado alguna vez en esa comparación escatológica. Pero el caso es que el arsenal químico humano es limitado, y forzar la máquina podría llevar de lo escatológico a lo coprológico. Y a estos fumadores no se les acaban los cigarros nunca. Sin olvidar que ellos también puedan pasar al contraataque de esa mini-guerra bacteriológica. Un saludo.
Para saber cuanto tiempo llevas sin fumar, visita www.defumar.com.ar