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Entre mi penúltimo artículo (en defensa crítica de los árbitros) y este tuyo de hoy, vamos a acabar aborrecidos por esa inmensa mayoría para la que los únicos malos, pero que requetemalos son los árbitros. Sensu contrario, los muchachos y muchachas (alguna hay) del pito/a nos van a poner un monumento. Moraleja: ¿Somos unos primos o es que nos va la marcha?
@ Juan Puñetas
Nos va la marcha… jaja.
Bueno, en realidad estoy pensando que esto de culpabilizar a los árbitros debe ser algo atávico, algo relacionado con la cultura judeo-cristiana, tan extendida en el Mediterráneo. Siempre tiene que haber un culpable de que no se consiga un propósito. Y puesto que uno no se carga sobre sí las culpas, descarga sobre el más indefenso (porque nadie le defiende, ni siquiera se defienden entre ellos) todas sus iras, sus fobias, aversiones, miedos, repulsiones, frustraciones, incapacidades… Y todas sus culpas propias.
Que me digan lo que quieran, pero eso no puede ser sano. También se operaba de igual forma en la época de la Inquisición, que llegó a llamarse santa aunque más bien era un conjura aceptada por todos.