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No sirven solo cinco estrellas para puntuar el post.
Entretenido y con final inesperado.
Reflejo de esta vida donde cada uno hace lo que le conviene sin pararse demasiado a pensar si es o no aceptable; ya se sabe que lo inaceptable para Fulano puede ser el pan de cada día para Mengano.
Así están todos los estamentos de la sociedad donde al que no se espabile se lo comen con patatitas. Claro que siempre habrá excepciones: las que llevan toda la vida confirmando las reglas. No se nos olvide que no hay regla más en vigor que la de: “o pisas o te pisan”
Pues muchas gracias por los elogios. Pero no me he inventado nada. A lo sumo he simplificado lo que en aquel entonces ocurrió.
El Hombre, ese animal social…
Sobre excepciones que confirman reglas te podría contar su origen. Si encuentro algún punto que entronque con el deporte quizá lo haga aquí. Mientras tanto recuerda que una excepción jamás confirmará una regla, por más que ese dicho se haya extendido entre la vox pópuli. Pero entiendo lo que quieres decir.
Sobre el “pisas o te pisan” creo que a eso se le puede llamar la ley de la selva, o comer para no ser comido.
Así es esta sociedad que seguimos construyendo día a día entre todos. Hay muchos de esos adagios que merecerían ser recopilados, como el “ojo por ojo y diente por diente”, o “el pez grande se come al chico”.
Una jungla de asfalto es en lo que vivimos (y ahora que lo escribo, tengo pendiente desde hace años de leer ese libro, La jungla del asfalto. A ver si este verano…).
Después de todo este tiempo leyéndote, no me extrañaría ni lo más mínimo que la historia fuera real.
Si esto es lo que se hace para controlar una m… pequeña federación, qué no se hará en la de fútbol. O qué manipulaciones habrá en el mundo de la política y de los negocios.
La mente humana y su sistema social. El pez grande ya no se come al chico, sino que utiliza sus pasiones para servirse de él como si de un pelele se tratara.
Me ha gustado que recordaras tu ensayo sobre la domesticación. En mi entorno gustó mucho en su día. Mañana lo volveré a llevar a la oficina, que hay algunos nuevos a los que no se lo he dado a leer, jejejee.
Pues sí; ya digo más arriba que la historia es tan real “como la vida misma”.
Si algún protagonista lee esta historia se verá reflejado e identificará plenamente su papel. A la historia he intentado darle un formato de cuento; la realidad fue algo más compleja.
Yo la viví desde dentro, por lo que he eliminado cualquier huella que identifique la parte que me tocó en suerte. Fui testigo de excepción, aunque jugué una pequeña baza, pero decisiva, hacia el final.
Yo también me pregunto qué ocurrirá de verdad en esas alturas. Con mayores medios y más mentes pensando, el componente estratégico en mercados más importantes que el de una pequeña federación regional ha de ser por obligación muy atractivo desde un punto de vista meramente intelectual o/y observacional.
Me pareció oportuno traer aquel artículo (gracias por lo de ensayo) de “La domesticación”.
Coincido con Palicero en lo de ” o pisas o te pisan” y tambien coincido contigo, Aguja, en lo de que esto es la ley de la selva. Pues si señores, los humanos no somos más que meros animales con el uso de la razón pero que aún nos queda mucho que avanzar para dejar de ser meros animales y dar un paso grande para llegar a ser personas. Pero, bueno yo no soy nadie para juzgar quien es o quien no es persona.
De todas maneras ese proceso tardaría miles de años.
Quizas deberiamos de ir aprendiendo sistemas para evitar, envidias, malicias, enfrentamientos y demás cuestiones que corrompen a nuestra sociedad.
Un saludo
Esta historia viene a ilustrar cómo somos manejados sin saberlo en cualquier nivel o ámbito en el que nos encontremos.
Ya no es que el árbitro se vendiera o que lo compraran. Ambos procesos son recíprocos. Nadie compra sin que la otra parte no se venda.
Aquí manipularon los sentimientos del árbitro. Primero le dieron y después le amenazaron con quitarle el estatus que había adquirido.
Eso es lo que yo llamo “la domesticación”. Lo habían domesticado.
Una vez oí que hay tres cosas que mueven el mundo: sexo, dinero y estatus.
Todos tenemos ejemplos en la cabeza que corroboran los dos primeros. Del tercero pocas veces recordamos situaciones que lo plasmen. Aquí hay un buen ejemplo. El hombre había adquirido un estatus que trató de mantener pues le resultaba placentero verse instalado en él.
Yo creo que lo más fuerte de la historia es el trato que le dieron una vez que lo usaron: le dieron “el trato del kleenex”.
Tened presente que con anterioridad ni siquiera le propusieron que votara esa opción (es más, en aquel entonces la facción que se alzó con la presidencia desconocía el sentido que tendría el voto del comité de árbitros, pero se barruntaba que tal vez no les sería favorable). Hubiera sido un error estratégico proponerle algo y que el tipo rehusara. No habría sido tan proclive a la manipulación, pues hubiera estado alerta.
Había otros seis votos en liza que bien podrían haber intentado ganarse alguno de ellos. Simplemente fueron a por el más débil. Es más, no descarto que desde la federación española se hablara (o se presionara) con gente del comité de árbitros para que esa persona en concreto fuera elegida como delegado del comité.
De ser así, la planificación de la estrategia y la ejecución de las tácticas que la componían fue sobresaliente.
Ahora pensad en cada vez que nos hemos negado a perder un estatus que habíamos adquirido previamente, y si lo habíamos adquirido por derecho y méritos propios o si por el contrario alguien nos lo había “regalado” (haciéndonos creer que se debía a causas intrínsecas nuestras).
Por poner un ejemplo de nada: cuando conseguimos un contrato laboral…
La persona que nos contrata espera que le estemos eternamente agradecidos y en algún momento dado intentará hacer que nos pleguemos. Si somos plegadizos y acartonados (o en algunos casos si somos unos comepingas) lo conseguirá. En caso contrario habrá un duelo de voluntades. En ese caso concreto (un contrato laboral) no sería inteligente enfrentarse abiertamente al dueño de la empresa.
Evidentemente uno no puede estar permanentemente a la contra… ¿O sí?
Has hecho muy bien en recordar aquel artículo tuyo sobre la domesticación. Lo he releído, así como los comentarios que hicimos entonces. La historia (para llorar) que has contado es un buen ejemplo de lo que comentabas en el dicho artículo.
Como ha señalado otro comentarista, si en este pequeño pesebre se monta la que se monta, qué no pasará cuando el pastel sea mucho más. Pues que lo aquí contado es una parte infinitesimal de lo que ocurre cuando las esferas son más altas.
Tengo un amigo que, acostumbrado a moverse un poco en las alturas de la política (más que nada porque por donde él está pasan muchos, no porque él comulgue: es un sindicalista algo atípico), que dice que si el personal de a pie supiésemos la catadura moral, la calaña, los navajazos y los imbéciles que tenemos por gobernantes (habla desde el nivel de concejalías hasta subir por la escalera a los más altos peldaños), todos saldríamos corriendo hasta escondernos en el mar. Es un poco exagerado pero cuando de tarde en tarde lo pillo (vive por las Cataluñas) me cuenta cada cosa que es para eso: para salir huyendo al primer puesto fronterizo que haya. (Supongo que lo mismo pasará por otros lares…).
Pues yo me he asomado a ese mundo y lo que he visto tampoco me ha gustado.
Hay gente capaz de sacarse un ojo para que al vecino le saquen los dos. Quizá un día me lance a contar lo que me ocurrió el año pasado, que organicé la final de un campeonato de España en una ciudad norteña que ni siquiera es capital de provincia.
Hay mucho ignorante con carné de hijoputa metido en el deporte.
Y hay mucho analfabeto deportivo en las directivas de clubes y federaciones, y en las Administraciones deportivas.
Eso sí, te puedo decir que en el caso que hoy he relatado la elegancia es la firma de la casa. A mí siempre me pareció un forma elegante de obtener algo que quieres. Un paleto habría boicoteado, presionado, amenazado… Y posiblemente no lo hubiera conseguido.
De guante blanco, ¡oyes!