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La verdad es que es un suceso muy trsite que alguien se muera por accidente tan fatidico y es mucho más triste si se trata de un niño inocente que aún no había comenzado ni a disfrutar de los placeres de la vida.Es cierto que ante semjante suceso se le quitan a uno las ganas de criticar a nadie ya que bastante desgracia tendran ya sus padres y familiares como para acordarse del fatidico suceso.
De todas maneras lo mejor sera aprender a los niños de los peligros que puden acarrear ciertas instalaciones y a los “valentones” que se cuelgan de canastas y porterias ante la celebración de un gol o un mate de los peligros que puede acarrear realizar dicha maniobra ya que si se cuelgan numerosas veces el material ira cediendo cada vez más.
A veces las cosas pasan por negligencias, descuidos, excesos de confianza…, pero ni con cien mil ojos se evita en ocasiones que pasen. Son los accidentes fatídicos que resultan a consecuencia del azar, de los despistes increíbles o de la mismísima estupidez. De todas formas, soy de los que cree que son muchísimos, pero que muchísimos más los casos en que no ocurre nada… de milagro. Pero, claro, éstos no se contabilizan ni en el debe ni en el haber.
Hoy mismo, en las noticias del mediodía, he visto unas imágenes de los encierros de San Fermín. Con todos los que andaban corriendo, allá por en medio de la calle, circulaba una pava completamente borracha, sin darse cuenta de nada, ida, en las nubes, a la que milagrosamente no se ha llevado por delante ningún morlaco ni ningún mozo corredor. Incluso, que sólo haya 4 heridos en un encierro de estas características, roza lo increíble y milagroso. En cambio, cualquier día de éstos, esa misma pava que circulaba por en medio como si estuviera en mitad de las Ramblas de Barcelona, lo mismo resbala con la cáscara de un plátano y se parte la poca cabeza que tiene y se va al otro barrio a poner una denuncia a la empresa de limpieza de la ciudad.
Ya digo, a veces no se entiende que no pasen cosas gordas y de vez en cuando no se comprende que ocurran hechos como el que comentas.
Supongo que las Administraciones deberían tomar cartas en el asunto y lanzar una campaña informativa al objeto de paliar estos desastres.
El amigo Lissavetzky parece ajeno a esta circunstancia. Bastante tiene con sus dopajes y sus racismos como para ocuparse de la muerte de un niño al año por vuelco de equipamientos deportivos.
Por cierto, que el señor Secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, veranea cerca de donde yo vivo. Y conozco el restaurante donde acuden a cenar a menudo él y el señor Ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba (que también veranea por aquí cerca), ya que es propiedad de un buen amigo.
No estaría mal hacerme unas fotos con ellos, ¿eh? (jeje). Bueno, tal vez me decida a llevarles mi misiva para concienciarles de que es posible evitar más muertes infantiles por estos motivos (que a lo mejor no saben que ocurren…).