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Escribes: “Son los propios medios de comunicación y hasta los representantes del pueblo quienes terminan confundidos y confundiendo al pueblo, llegando a sostener que un equipo de fútbol representa al país”. Al país, o la región o a la localidad…. Para reafirmar lo que dices, el otro día se reunieron en Málaga el presidente del Málaga C.F. con el representante en la provincia de la Junta de Andalucía, con el Ayuntamiento y con la Diputación. ¿Y sabes para qué? Pues porque el equipo “de la ciudad” está en suspensión de pagos o algo así y su economía no puede con los gastos del estadio, ya sabes, cuidar el césped, regarlo y esas cosas. El estadio ha sido recientemente remodelado… con dinero de las tres instituciones citadas. Y es a ellas a las que el club quiere endosarles también el mantenimiento del estadio, por el que no paga un duro. Negocios así (porque el presidente del Málaga es el dueño “privado” del Málaga al haberlo comprado hace un año por una determinada cantidad de dinero a su anterior dueño) da gusto. Ser el dueño de un chiringuito y que los beneficios se queden en mi bolsillo, y si la cosa no marcha, que me paguen el déficit porque el personal se cree el cuento chino de que mi negocio es representativo de la ciudad. Tú lo has dicho: nos han metido en el coco (y todos se lo creen) que los equipos de fútbol, baloncesto, etc representan a un país o ciudad.
Supongo que eso tendrá que cambiar. Algún día lo hará. Y sólo entonces nos daremos cuenta (o lo harán nuestros sucesores) de la dilapidación de dinero público que se ha estado haciendo en nombre de una monserga.
Todo gira en torno a la manipulación que del deporte han hecho los poderes públicos. Le negaron su autonomía, haciendo que el deporte dependa de los gobiernos (nacionales, autonómicos, municipales), impidiendo que pueda tomar sus propias decisiones pues necesitan del dinero público para mantener su estatus. O por decirlo con más precisión: aprovecharon el ansia que mostraron los dirigentes deportivos en buscar amparo fácil en los gobiernos para poder crecer a su sombra (himnos y banderas, símbolos ajenos al movimiento deportivo, son puntas de ese iceberg).
De esa situación es responsable aquel misógino barón apetente de poder y reconocimiento que se inmiscuyó más por esnobismo que por necesidad en el devenir del deporte.
Quizá el movimiento deportivo no hubiera crecido exponencialmente de no haber contado con el apoyo de los gobernantes. Quizá aún se jugarían partidos entre grupos de amigos rivales en una campa o prado, poniéndose en juego una costillada y un barril de cerveza.
Pero aquellos nobles europeos hastiados de su dolce far niente marcaron un camino que ahora no es posible desandar. Las estructuras del deporte no se han consolidado sobre unas bases sólidas de in-de-pen-den-cia. Y son los dirigentes políticos quienes deciden los servicios que les debe prestar el deporte.
Sin dinero público no hay Juegos Olímpicos. Sin dinero público no hay campeonato del mundo FIFA, ni IAAF, ni FIBA, ni IHF… Sin dinero público no hay Málaga C.F., ni estadios, ni campos de juego para la cantera.