A vueltas con la representatividad
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Desengáñate, Aguja. No hay nada que hacer. Aquí todo el mundo se arroga el derecho de representar y ganar algo para su país o cortijo respectivo. Si le dan el premio Nóbel a Mortadelo y Filemón, es un premio para España. Si Eurovisión lo gana un chiquilicuatre cualquiera, el premio lo ha ganado España… Cambia nombres y países, pero todo (el pensamiento torticero) seguirá igual. Así que yo estoy pensando en aplicarme el mismo cuento. El otro día me eché una partida de cartas con un colega francés, de visita por estos pagos. Como comprenderás, ganó España porque acabé ganando la partida. (Debería leerse en todas las escuelas, teles, radios y tribunas del país el libro “El único y su propiedad” de Max Stiner, a ver si de una vez podemos empezar a abandonar tanta memez patriotera y religiosa: “Mi causa no es divina ni humana, no es ni lo Verdadero, ni lo Bueno, ni lo Justo, ni lo Libre, es lo mío, no es general, sino única, como Yo soy Único”.
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/filosofia/unico/unicopresentacion.html
El Deporte (escrito con mayúscula en plan filosófico) es un movimiento que en su origen estaba destinado a trascender fronteras. Se trata de un lenguaje universal que para su disfrute sólo requiere conocer las reglas de cada modalidad. Puedes disfrutar jugando a la pelota (frontón) con un francés o un inglés sin conocer ni jota de su idioma; da igual que tú seas mudo y él sordo. Podrás disfrutar formando equipo con ellos para retar a otros cinco a un partido de baloncesto, voleibol, fútbol sala, tenis o echándoles una carrera pedestre, a nado, en bici o sobre patines.
El misógino francés, conocido como barón de Coubertin, se arrogó la representatividad internacional del movimiento deportivo y lo vendió —en su afán de progresar en su propio estatus social— a los intereses de los Estados y con ello a los intereses particulares de cada político.
Esto que tenemos hoy en día no es más que un sucedáneo del Deporte. Se trata de una mixtura artificial entre el circo romano clásico y los intereses de los Estados que surgen no hace tanto, aderezado por el altavoz de los medios mediáticos.
Una carnavalada que se copia todos los días en todos los estratos sociales: desde las parroquias rurales y juntas de distrito, pasando por ayuntamientos y entes supramunicipales, hasta llegar a los regionalismos de las comunidades autónomas.
La foto con el campeón, sea nacional o del barrio, se cotiza al alza, perdiéndose por el camino el verdadero valor del espíritu deportivo.