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Probablemente en algunos países mueva ya más dinero que otros poderes. Y si es por el tiempo que se le dedica en los medios y en las preocupaciones de las gentes, yo diría que ocupa el primer lugar. Como nos lo venden como un juego, un entretenimiento, un pasar el rato, parece que es benigno, pero tiene toda la pinta de esconder en sí mismo una bomba de relojería. Y es que no sólo ataca a la razón y al bolsillo. También lo hace a los sentimientos y eso, amigo, es una cosa muy seria. O entre muchos empezamos a desvestir al santo o al final todos acabaremos comulgando con ruedas de molino… colgadas al cuello. (Y el que quiera entender, que entienda…).
El eje de este sistema es el eco mediático que tienen ciertos deportistas en determinados momentos. El colmo torticero es que se asume que un chaval, cuyo único mérito es darle patadas o raquetazos a una pelota de una forma más que aceptable, represente a todo un país.
Ya sabemos que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad (6º principio de la propaganda moderna: principio de orquestación, del doctor Goebbels). Lo que no sabíamos es que acabaría por cerrarse el círculo con los políticos tragándose sus propios bulos.