Bienaventurados los mansos…
4deporte municipal | gestion | Administraciones publicas | infraestructura deportiva
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Desconozco como está la situación en el resto de España. Pero en El Bierzo, de donde soy, los concejales de Deportes (exceptuando, tal vez, el de Ponferrada, que hace bastantes cosas y acude a apoyar todo tipo de iniciativas, incluso las no deportivas) están en el puesto para chupar del bote. Es un cargo al que no dedican ningún tiempo, lo pueden compaginar con su trabajo habitual y de hecho se benefician de ello para trabajar menos horas. Porque cualquier persona que vaya al ayuntamiento a reclamarle algo se encontrará con que el concejal de Deportes nunca va a estar. Y si por lo menos después tuvieran alguna iniciativa o se preocuparan por el deporte, se les podría incluso perdonar. Pero no se hace absolutamente nada. Todas las ideas que surgen parten del pueblo, de la gente que realmente tiene ilusión por organizar torneos, crear clubes de deportes minoritarios o simplemente por solicitar mejoras en las infraestructuras. Es una vergüenza. Lo mejor que pueden hacer, si van a seguir así, es eliminar esa concejalía de todos los ayuntamientos.
Un saludo!
Humm… ¿¡Eliminar las concejalías de deportes de todos los ayuntamientos…!?
No lo había pensado. Pero entonces, ¿cómo se sostendría eso que quieren hacer del Ministerio de Deportes? ¿Se ocuparía entonces ese ministerio del verdadero deporte y no del espectáculo deportivo?
Me da que vas a tener razón. El deporte es un movimiento que ha de partir necesariamente del pueblo. Hacer deporte no es algo que se pueda imponer. Es el pueblo quien se asocia y quien crea las estructuras necesarias para practicar deporte y canalizar esa participación.
Hemos pasado de que los poderes públicos (dirigidos por políticos) recibieran con renuencia la solicitud de un apoyo institucional para la creación de esas estructuras asociativas a que las Administraciones públicas, dirigidas por políticos que viven de su imagen, con el mega-mediático Jaimito Lissavetzky a la cabeza, fagociten cualquier movimiento deportivo.
Ya ves, hemos comenzado hablando de deporte municipal y terminamos hablando de deporte en el ámbito estatal. Pero, ¿qué tienen que ver esos macroeventos espectaculares con profesionales que extraen el máximo rendimiento a su organismo con el verdadero deporte, ese que parte del pueblo?
Podriamos escribir, regresando a las esencias, que deporte es lo que hace el chavea por las tardes, lo que enseña fulanito cuando se pone el chandal ante un montón de mocosos, y así. Mientras que lo que hacen los grandes ases del balon, pelota, palo y agua es, simplemente, espectáculo circense. Magia es lo que hace una señora con los 600 euros que le da el marido (ella no trabaja) para pasar el mes. Lo que hace el que se postula de mago ante una audiencia millonaria es puro cuento chino disfrazado de magia potagia y potajera.
Es una idea, pero puestos a darle la vuelta a la tortilla a tantas cosas que nos venden como tortilla de patatas cuando son simplemente una cosa patatera, me apunto a lo que decías en tu artículo anterior y a lo que expresas en éste. Que don Lissa se dedique a los cantos de sirena mediáticos, pues vale, pero que Juanito Pichacorta, concejalillo de deportes en sus horas libres, sólo practique el deporte de cobrar la nómina a fin de mes, ya es para nota. Claro que ya se han encargado los “mediáticos Lissas” de echar o cansar a los que daban la vara y pretendían trabajar y cambiar las cosas del auténtico deporte (el de base). Ahora tocan los dóciles, los pelotas, los sí,señor, que como no hacen nada, no molestan y así no causan problemas, manteniendo la ficción de que el mundo gira y el deporte crece y crece… (Vivimos unos años de máximo esplendor deportivo -afirman los Lissas de turno y los correveidiles y abrazafarolas de los medios. Si ya tenemos a Nadal, qué más da que muchos chavales no puedan jugar al tenis porque en su pueblo no hay pistas o, si las hay, tengan que empeñarse sus padres hasta las orejas para que puedan jugar un torneillo en el pueblo de al lado…
Es lo de siempre: mirar hacia las élites y presumir como pavos si en ellas hay alguien valioso. En vez de trabajar a pie de calle y obra (con los mejores dando el callo), y de ahí saldrá la élite, todas las energías van encaminadas a que, aunque nadie le dé a ese deporte tan bonito por falta de medios, ganas y atención, que al menos -padrecito- haya algún famosuelo con el que vivir y justificar la sopa boba en que chapoteamos.
Resumiendo: además de mansitos, cejijuntos y pitiminís, algunos son más tontos que Abundio. Y por eso los ponen donde los ponen. En cuanto a la frase de ese alcalde en torno a que “lo mejor que nos podía pasar era que se cayera el polideportivo, porque no lo volvería a levantar”, la respuesta merecida hubiera podido ser ésta: “Tienes razón, alcalde. Pero lo mejor que podía pasar es que cuando se cayera te pillara a tí debajo. El deporte de base te lo agradecería con una medalla de oro y un buen entierro”.
Empezaré por el final. Mi respuesta al alcalde fue algo así como: “sabes muy bien que lo levantarías cagando virutas, y que aprovecharías la circunstancia para ponerte medallas”. No hubo respuesta. Yo tampoco aguanté mucho más tiempo con él.
El deporte es una necesidad del pueblo. Aunque desaparecieran todos los polideportivos la gente del pueblo se reuniría en cualquier lugar para jugar y divertirse y hacer deporte.
Todos los demás, profesionales del circo deportivo, vividores de la gestión deportiva, gente que cruza estrechos marítimos a nado, o que sube no sé cuántos ocho miles, o que bate plusmarcas corriendo 150 maratones en 150 días, sólo busca el aplauso popular. Si no existiera el deporte serían militares, exploradores o trapecistas del más difícil todavía.
Todos ellos han conseguido crear un sistema cerrado que se mantiene a sí mismo. Es un sistema excluyente. Si no bates plusmarcas o si no metes goles no sales en los papeles, y si no sales en los papeles no te conoce ni dios, por lo que no te llegarán subvenciones porque el político que las otorga no le interesa otorgarlas a desconocidos que no le reportan popularidad.
En medio de este sistema están los gerentes dóciles, los que nunca levantan la voz, y que menean la cerviz al compás que les marcan, como decías hace poco en un artículo tuyo. Los que se saltan las normas no se dejan domesticar, y se autoexcluyen de un sistema obsceno que hiede a egos a cual más pervertido (los de los deportistas, periodistas y políticos).