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Tonto
Pase que me insulte.
Pase que lo haga desde el anonimato.
Pase que lo haga en mi propio blog.
Pero al menos dígame por qué me insulta.
¿Quizá sea que no alcanza a entender el sentido del artículo? Deje que le explique: es una crítica a esos nacionalismos que se han puesto tan de moda últimamente en el deporte profesional.
¿Que le parece demasiado largo para una idea tan simple que se ha podido explicar en el medio párrafo de arriba? Pues es que a lo largo del texto se dejan algunas otras pincelas críticas, y algunos guiños a personas que me puedan ser próximas en lo idealista, que no necesariamente en lo ideológico.
¡Haber preguntado, hombre! (o mujer).
No seas tan complicado, Aguja. Simplemente ese hombre o mujer pasó por aquí, leyó el título e inmediatamente le salió como un rayo la única palabra que conoce en toda su plenitud: tonto. Y te la aplicó. ¡No le vas a pedir que te razone, argumente, debata, contradiga,inquiera o aporte ideas! Tonto. No lo saques de ahí. Ni siquiera le pidas que amplíe un poco la oración (que en realidad no lo es pues para ello se precisaría al menos de un verbo, o sea, que es sólo un rebuzno)y escriba “¡Vaya tontería que ha escrito usted!”.
Ya sabe mi parecer,tras alguna noche de parranda: no sólo de las selecciones nacionales vive el hombre sino que sería conveniente que aparecieran muchas más: las lingüísticas que apuntas, las religiosas, las culturales, las geográficas, las de coeficiente intelectual, las del color del pelo y así hasta el infinito. ¡Será por maneras de diferenciar, separar y dividir al género humanoide! Que es, por cierto, lo que más nos encanta. CUando vemos al prójimo/a, en vez de ver a un ser vivo igual a nosotros, con sus dos orejitas, sus dos ojuelos, su narizota, sus dos brazos, su columna vertebral (y no sigo porque no quiero que este comentario sea una tesis sobre anatomía), sólo vemos que los ojos son achinados o saltones, que la nariz es chata o aguileña, que los brazos son bracicortos o bracilargos. Y eso, sólo viéndole a lo lejos, que en cuanto abre el pico, dice una cosa o saca el DNI, entonces ya es el acabóse…
Menos mal que -para compensar- hay algunos tipos listísimos que ni siquiera llegan a clasificar, dividir o repartir al género humano porque para ellos sólo existe una única palabra en el diccionario y en el coco: tonto. Y no les saques de esa.
Ya digo, unos tanto, y otros tampoco…
Como le digo a veces al peque de la casa cuando me llama tonto: sí, soy tonto por hacerte caso. (Por cierto, que si le llego a llamar tonto —u otras cosas que se le escapan al angelito de vez en cuando— a mi padre a estas horas no sé si habría vuelto de dar la vuelta al mundo buscando los dientes, de la órdiga que me hubiera dado… Es cosa de la modernidad… Ni un tirón de orejas, oye, que si va el niño al cole marcado lo mismo lo nota la profe y acaba el juez enviándome a la pareja de guardias a casa a que me explique… Si es que somos tan progres que ya le damos la razón al niño sin antes preguntar…).
Reflexiones sociales aparte, el Rafaelillo debió de ir más a clase que los futbolistos, peeeero… Venir ahora con éstas…
Estamos asistiendo, en España, porque en el mundo civilizado llevan tiempo pasando de esto —desde el final de la guerra fría—, a una institucionalización política (o a una politización institucional, que al fin y al cabo va a ser lo mismo) del deporte profesional (del otro ni dios se acuerda porque no sale en los mentirosos).
Quizá tantos gobiernos —entre el nacional y los autónomos— haya llevado a esta carrera por salir en las fotos de los mentirosos nacionales y regionales.