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Dices que no te preocupa la vida privada de los deportistas pero criticas la vida privada de Tiger Woods. Eso es no tener las cosas claras.
¡Uy!, no. Creo que no has entendido el artículo o yo no me he sabido explicar. Mi crítica comienza cuando digo “Dejemos pues a la prensa rosa haciendo su agosto…” con las intimidades del golfista.
Y a partir de ahí critico [1] a otros golfistas por entremeterse, [2] a los patrocinadores por el doble rasero (no es lo mismo Woods que Phelps por muchas medallas olímpicas que se tengan), [3] a un periodista por crear un culto a una persona viva, [4] a un amigo de la familia por no estar callado, y [5] a las amantes ex-extramatrimoniales (si se confirma el divorcio supongo que pasarán a ser amantes oficiales) por no guardar silencio sobre un secreto íntimo.
Estas son las mieses que riegan la sociedad con sus semillas a través de los nuevos “clásicos” que son los medios de incomunicación y desinformación. Son los nuevos héroes, los ejemplos a seguir por los ávidos lectores de lo rosáceo, amarrillento y deportivesco.
Las infidelidades del golfista me traen bastante sin cuidado. Las hay a porrillo a donde quiera que uno mire. Y a fe que lo que le va a caer hasta podría servir de escarmiento a más de uno.
(Hace tiempo vi un documental en el que se teorizaba sobre que el humano, como animal, no es monógamo y está genéticamente predispuesto a la poligamia, y se aportaban pruebas —por supuesto circunstanciales—; no sé qué fue de tan jugosa teoría…).
Me enteré de lo de este “tigre” el otro día, cuando fui a la peluquería a resurarme el cocotero. Sí, esa parte del cuerpo donde se alberga una masa encefálica que cada día está más pocha y raquítica en el humanoide. Basta ver, como señalas, los modelos y héroes que ahora ocupan las fantasías y el eros del personal; basta ver a nuestros dirigentes (no sólo me refiero a los hispanos), cuyo sentido común brilla por su ausencia (junto a su desvergüenza) y aunque siempre hay gente santa y honesta a la que salvar de esta nueva Sodoma y Gomorra en que hemos convertido el mundejo, lo cierto es que no hay día que no salgamos a decepción per cápita. ¡Ya ni Paquillo, el marchoso, parece de fiar!
Va a salir de la cárcel próximamente un tal Alí, el que atentó contra el Papa polaco Woytila. Bueno, pues anda buscando medios para empezar a largar por su boquita de piñón para contar todo lo que ha estado rumiando en sus años de cárcel. Y quiere escribir un libro (él pondrá el nombre y el argumento, claro, que de escribir se encargará otro…). O sea, que un delincuente está a punto de pasar a delincuente… rico. Gracias a la fama y popularidad que su delinque le ha ofrecido. ¿A quién le apetece -con estos mimbres- ser un mindundi anónimo, mediocre y del común? A nadie.
Pues eso, que a Woods lo conocía alguna gente, de esa que gusta del golf y de esa otra que ve los anuncios de la tele y se enteró que el que salía al lado de Henry y Federer era este hombre. Pero ahora, si la fama del amigo ya ha llegado a las peluquerías, echémonos a temblar. Vamos a tener Tiger hasta en el cielo de la boca. O sea, que lo van a subir a los altares definitivamente. Al final, menudo negociazo va a hacer. Y las que se acostaron con él. Y la esposa, que venderá los secretos de cama. Y los amigos, y la sirvienta y el tío que le sirve las hamburguesas… Es la “democratización” de la fama y el reparto del pastel a los conocidos y allegados. Un patrón de conducta a la juventud que, huelga decir, ya ha sido asimilado por la mayoría de ésta sin que se lo hayan tenido que enseñar en las aulas. Hoy el cole, intituto y universidad son -por usar tu feliz expresión- los medios de comunicación “rosáceos, amarillentos y deportivescos”. O sea, casi todos menos la Hoja Parroquial, que esa es negra como el betún.
Con cada escándalo siempre aparece alguien dispuesto a sacar tajada pecuniaria. Supongo que habrá gente especializada en estos temas: la exclusiva para las revistas (rosáceas, amarillentas, deportivescas), la entrevista-reality en la tele (como de la emética tipa aquella al que el profesor libró de una soberana paliza perdiendo su salud y casi la vida en el intento), el libro de memorias o biográfico (como esos en los que la “servidumbre” de confianza o los guardaespaldas despedazan a los “señores”), la serie documental (como la de los hechos de Fago, en Huesca)…
Lo del golfo este del Woods es de traca. Los patrocinadores no le fallan, como le fallaron a Phelps, pero sí le falla el supuesto amigo de la familia que le mete una puñalada trapera sin posibilidad de réplica. Los colegas se meten a opinar en sus asuntos (¿y si el golfo estuviera hasta las narices de la rubita o la flaca estuviera hasta las barbas del morenito? ¿por qué desear que se arreglen?), y su Papa particular le excomulga de su propia religión.
Eso sí, sus amantes no se ponen de acuerdo, y mientras una larga, la otra amaga y una tercera ni siente ni padece.
Como en los toros: división de opiniones.
Y estas actitudes son las que se trasladan al pueblo llano, ese que lee sin ánimo crítico esas revistas que me comentas. ¡Es lo que hacen los famosos!