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Sigo y seguiré diciendo siempre que “la cultura no puede ser un negocio”. La capacidad de conversión al “ovejismo” de esta gente me abruma cada día más…
La cultura no puede ser un negocio -señala Séfora. Yo creo que no es ese el problema. El gran problema es que están haciendo pasar por cultura lo que no es sino vulgar mamarrachada. Reclamo el derecho a calificar sólo de cultura a aquello que tenga creatividad, imaginación, sabiduría, influencia colectiva y otras cosillas que me dejo en el tintero. Y todo ello, ¡junto! Llamar cultura al 90 % de la música que se hace hoy día o que se hizo ayer es un puro engaño, puro chalaneo y puro mercadeo (o sea, puro y duro negocio). Y quien dice música dice arte, literatura, cine… La cultura, como el buen vino, necesita tiempo de sedimentación y será cuando pasen algunos años (a veces, bastantes) cuando podamos señalar si aquella creación musical, aquella trayectoria artística, aquella historia escrita o tal caben considerarse como hechos culturales.
Uno comprende que instalados en un mundo donde sólo vale lo inmediato, donde el nivel de producción es ingente (tropecientas mil películas, millonésimas canciones, muchocientos mil librajos, etc) y donde todo queda sepultado por el exceso de banal producción, es muy difícil encontrar lo que -al cabo de un tiempo- quedará en la memoria de las gentes, pero de ahí a calificar de cultural todo lo que se publica y hace media un abismo abismal.
Por no hablar de que ya ha desaparecido lo que otrora sí existía y que era “la cultura popular”, labrada a fuerza de años, de diálogos, de vivencias y de historias del pueblo llano. Pretender hoy presentar como tal cultura a lo que hace una tribu urbana o lo que pone de moda durante un par de meses una peli de relumbrón es tomarnos por idiotas. Que es lo que somos, en realidad, mejorando lo presente, je, je…