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¡Menudo pluralismo hay en el Abrevadero! ¡Y sin liarse a mamporros ni despotricar los unos contra los otros! No sabes lo que tienes…
Me caen bastante bien los argumentos del tío Pachu. Los poderes públicos han perdido el norte en el uso del dinero público. Los recursos, siempre-siempre, son escasos y, encima, salen del bolsillo de los particulares y empresas, que de poder disponer de ellos a su antojo, se convierten en rehenes de las políticas de los gobernantes, quienes los destinan a lo que creen pertinente, es decir, a lo que les da más rentabilidad a ellos.
No seré yo de los que piensen que cuanto menos impuestos se paguen, mejor, porque hay gente que no trabaja y quiere hacerlo, gente enferma, gente que necesita aprender para ser alguien en un mañana, gente que no tiene para pagar a un escolta o guarda de seguridad… Por tanto, sí a pagar impuestos y más cuanto más se gane, pero todo tiene un límite. Y el límite no está en la recaudación sino en el gasto.
Hay que atender, puesto que los recursos son escasos y vienen de los paganos de turno, lo que sea prioritario para la gran mayoría social: educación, sanidad, seguridad y justicia públicas. E infraestructuras. Hacer que estos sectores tengan calidad y estén cubiertos y garantizados para la inmensa mayoría de ciudadanos es caro pero es lo mínimo que se puede hacer. Lo que no tiene ni lógica ni buen gobierno es que tengamos una deficiente sanidad pública (con listas de espera de meses y tratándote en muchos casos como borregos, pese al magnífico trabajo de la mayoría de quienes trabajan en ella); un sistema educativo que hace aguas y donde abundan los colegios con goteras, el mobiliario de hace 30 años y cosas por el estilo; una policía y fuerzas de seguridad que las pasan canutas en ocasiones por falta de medios para perseguir a los delincuentes y una justicia que ya se ve como está: en el siglo XIX, donde los ordenadores eran un sueño.
Y no hablemos de infraestructuras que, se habrán mejorado en muchos casos, pero todavía hay muchas en estado lamentable. Por ejemplo, las conducciones de agua de la red pública, donde se pierden ingentes cantidades del preciado líquido por roturas y agujeros negros.
Si después de atender a todas estas cosas (incluyendo las prestaciones por desempleo, un salario mínimo decente y unas pagas de jubilación aún más decentes todavía) entonces, adelante con loa faroles y ahí van subvenciones para esto y aquello, festejos deportivos y taurinos y todo tipo de bagatelas y tonterías.
Mientras no se cumpla lo primero, ni mijita para lo segundo. Mientras en el pueblo haya una calle sin asfaltar o una farola sin lucir, ni un puto duro para las peñas de flamenco o los grupos de amigos de la paella. ¡Cuánto sabe el tio Pachu! Y si quieren gastarse la pasta de los demás en farras, fastos y copichuelas, al menos no con el dinero de todos… Que aflojen la mosca ellos, los demasiado alegremente usan el dinero público para sus propias neuras y antojos.
Ha dicho el muá…
El tío Pachu… ese saber de nuestros mayores que se está perdiendo por no escucharles. Es cierto que nuestros mayores han perdido el tren de la tecnología, pero en el vivir del día a día saben latín y nos siguen pegando mil vueltas.
Tienen las ideas claras, en contraste con los Panchitos que ha producido este sistema.
Sociedad la nuestra en la que abundan los Quicos, interesados en aplaudir esas iniciativas de índole pública para satisfacer a los empresarios y a los imbéciles curritos, agradecidos por un trabajito de fin de semana.
El sistema se tambalea, pero resistirá habida cuenta de la elasticidad que tienen las arcas públicas.
Pero atentos, el Imperio Romano también cayo víctima de su propia complacencia. No tendremos a los bárbaros asaltando nuestros campos y acueductos ni nuestras ruecas y tornos… o sí…
Sin embargo no voy a ser agorero y apocalíptico; dejaré eso a los Rajoy-boys, a los Testigos de Jehová y a los profetas del próximo Armagedón en 2012.
Lo que quiero decir es que toda esta complacencia lleva por un camino que se habrá de desandar, y mientras tanto no se avanza. Falta conciencia pública y conciencia cívica en la población silente y abotargada, y los políticos hacen cuanto pueden para que no se despierte esa bestia. Como lo haga, ellos serán quienes vivan el Armagedón.