Vaya por delante que no me apasiona el fútbol/religión porque es un deporte primitivo en cuanto a sus reglas, por el exceso de fervor que vierten sus acólitos, por estar dirigido al entontecimiento de las masas, y, en fin, por tantas y tantas estupideces como se dicen en torno a él. Me limito a verlo como quien asiste a un espectáculo (deportivo).
Me aburre ad náuseam el clásico Barça-Madrid y viceversa por lo previsible de un guiĂłn ya escrito: impotencia del elenco blanco ante el mĂ©todo (casi indolente) del guiĂłn blaugrana. Los primeros se adelantan, los otros siguen a lo suyo, y acaban ganando. Estoy convencido de que si el Madrid se fuera de tres goles, la maquineta seguirĂa sin salirse del libreto (quizá porque no saben hacer otra cosa).
Por eso me aburre, porque el final del peliculĂłn (del espectáculo) ya está escrito. Cuando veo «Waterworld» aguardo expectante a que Kevin Costner llegue a Tierra (prometida) y diga aquello de que se siente raro y que se marea y hasta le da un vahĂdo porque aquel lugar donde está pisando no se mueve. Si cada vez que visionara la pelĂcula el final fuera distinto resultarĂa divertido… Salvo para los incondicionales de Kevin (lo sĂ©), a los que sĂłlo les vale que su hĂ©roe solitario siga siĂ©ndolo. AsĂ, con ver esa pelĂcula cada dos o tres años tengo bastante.
Sin embargo hay una pelĂcula que no me aburro de ver a menudo: «Los visitantes», con Jean Reno y Christian Clavier. Quizá porque es una comedia… SĂ, va a ser eso… Y ahora que caigo… empiezo a entender por quĂ© los integristas del Barça no se aburren con el mismo final y los fundamentalistas del Madrid lo ven como un film de terror. Claro, que si lo vieran (y vivieran) como un espectáculo (deportivo)… Es algo tan primitivo…