Publicado el 10 de febrero de 2012
Se mofan en un canal privado de los éxitos del deporte español; es lo que pasa por tener alelados en el Gobierno que alardearon de algo que llaman “la marca España” o soltaron aquello de que los mejores embajadores españoles son los deportistas.
Como era previsible, más tripas que cerebro en las declaraciones españolas en el caso del Filete. Bahamontes parece estar gagá al afirmar: «“El problema es que hace mucho que los franceses no ganan nada”». Sí, maestro; seguro que ese es el problema y no que una sustancia apareciera donde no debía estar.
La raíz de esta actitud de negación generalizada que se ha instaurado en nuestro país partió del ingenioso hidalgo don José Luis Rodríguez Zapatero: «“No hay ninguna razón jurídica para sancionar a Contador”». ¿Recuerdan? Eso se llama injerencia de un Gobierno en asuntos de índole privada. No olvidemos que la FIFA puso en su sitio a un desnortado Lissavetzky con motivo del asunto de las elecciones a la RFEF.
Y a fe que seguimos desnortados por la piel de toro cuando un Secretario de Estado se permite enviar una carta institucional a un ministro extranjero. ¿Para qué tenemos —y pagamos— ministros? ¿Desde cuándo se permite en diplomacia saltarse los escalafones y puentear al superior jerárquico? Nuestros dirigentes siguen sin miedo al ridículo y alegan el patrio “y tú más” (leer el cuarto párrafo de la noticia enlazada aquí arriba). La fuerza de la costumbre: tal argumento es el único que oímos a sus señorías en el hemiciclo de las Cortes españolas.
El nuevo ministro de la comba y las pesas, de tan corto como raro apellido, cae en el error de Bahamontes: «“Después de todos los años que llevan los franceses sin ganar Roland Garros y el Tour de Francia […]”». La culpa siempre es de ellos (unos envidiosos), y mejor negar la evidencia cuando uno de los más laureados embajadores españoles ha sido pillado en un renuncio.
Mucho más sabio que los nuestros ha sido el ministro francés Barnier, blanco en alguna ocasión de la sátira de esa cadena privada: «“(…) hemos aprendido a no hacer comentarios, porque no resulta útil”». Aquí no… Aquí no tenemos capacidad de aprender… Ni siquiera de nuestros errores… ¿Un gran ejemplo? Aquella famosísima portada de El Jueves que dio la vuelta al mundo cuando algunos pelotas reales secuestraron la revista, portada que a estas alturas el imaginario colectivo ya habría olvidado. Pero la elevaron a la categoría de hito precisamente por prestarle atención. ¿Un pequeño ejemplo? Cuando el pequeñín de la casa suelta un taco o una grosería lo menos aconsejable es insistirle en que no la repita. Se trata del mismo (simple) principio.
Preocupante que en España no gocemos de esa capacidad; ni el pueblo, ni los periodistas, ni los dirigentes (lo acabamos de ver). En lugar de aplicar la pausa y la reflexión entramos al trapo (toros, piel de toro, la furia… sobran los referentes) y nos mostramos dolidos, enviando inequívoca señal de que el dardo (la banderilla) ha llegado a su destino. This is Spain.
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Actualización del 10.02.2012 a las 23:13
«Wert da por zanjada la polémica de los guiñoles franceses» (Wert es el ministro español, aunque no lo parezca).
Tarde y mal, así se han dado cuenta del error comentado en este post. Lo deseable sería que hicieran aquel propósito de la enmienda con que nos bombardeaba el cura —éstos que son tan meapilas—, y en futuras ocasiones no dejar que las tripas les salgan por la boca. ¿Lo conseguirán? La historia nos dice que no. El político español es tan simple y visceral que al creerse acosado dice lo que le pasa por la cabeza.
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Actualización del 12.02.2012 a las 20:34
Si es lo que tenemos en este país, que no sabemos estar. Pasamos del blanco al negro, del amor al odio, de la carne al pescado, de pedir a amenazar o de bombero a pirómano en un santiamén:
«El presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal […] este fin de semana espera un aplauso a cada deportista francés que pise un estadio de fútbol, una pista de baloncesto o una cancha balonmano».
Me pregunto si este tío está en sus cabales, o si piensa cada mañana lo que va decir en sus comparecencias diarias, o si su entorno analiza (para corregir) sus salidas del tiesto. Quizá la próxima vez nos conmine a llevar a la frontera algunos dulces típicos del país (aunque no nos los aceptarían por si llevan hidratos clembuterados).