Archivo mensual: febrero 2012

A otro perro con ese hueso

El caso de «Filete» Contador no coletea, sino que aletea. Van a estar dándonos la murga con un tema que es más simple que el mecanismo de un chupa-chups.

Si el cuerpo no genera clembuterol de forma natural has de explicar cómo entró eso en tu organismo. Y aducir que se debió a la ingesta del pico de un filete (recordemos que el resto del equipo comió del solomillo y no dio positivo) se me alcanza una disculpa bastante pueril. Es más, si damos validez a pulpo como animal de compañía, se abre un rosario de disculpas semejantes para cualquier deportista.

Por otro lado el fallo tiene su aquél. A «Filete» le sancionan con dos años, pero podrá volver a competir dentro de seis meses. Sí que le desposeen de los títulos conseguidos hasta ahora, pero… ¿qué hay del dinero? No he leído que tenga que devolver ni un céntimo de los premios (aunque sí parece que va a llevarse un varapalo económico).

En estos casos no basta con mirar a los ojos de un presidente autonómico para que su señoría certifique la veracidad del aserto «no me he dopado».

Así que, por favor, no nos den más la murga con el caso de «Filete» Contador, que todavía le va a salir barato.

¡Ah!, permítanme otra reflexión. Ahora que «Filete» ha sido condenado ya podemos decir que Contador es un dopado sin temor a que el chaval nos denuncie por calumnias (imputar un delito a una persona sin que podamos demostrarlo). Pero si el tío apela y le dan la razón dentro de un año pongamos por caso, entonces… ¿tendremos que borrar lo que se dijo tiempo atrás? ¿Habrá que desdecirse públicamente? ¿O puede quedar fechada nuestra aseveración de que el chaval es un dopado? Complicado cada vez más este mundo de los derechos que interactúan y se interrelacionan.

Actualización del 09.02.2012 a las 02:37
He aquí bien explicado el por qué a la sentencia condenatoria a Contador.

Igualados en mediocridad

Superada la arcada producida por los más de 70 muertos con la disculpa de un partido de fútbol en Egipto (vídeo), me decido a escribir las siguientes líneas que me vinieron a la cabeza el día de la tragedia (vídeo).

Alguien en mi entorno comentó al conocerse la noticia que «por ahí están sin civilizar», en referencia al aparente tercermundismo de todo lo que no sea Europa y cuatro países más. Pero me temo que por aquí estamos igual. Recordé que hará un par de años unos descerebrados seguidores del Sevilla se citaron por Internet en Gijón con otros de igual encefalograma plano, seguidores del equipo local, para librar una batalla campal en el centro de la ciudad aprovechando el desplazamiento de los primeros a presenciar el partido que enfrentaba a ambas escuadras. También me acordé de los disturbios que protagonizaron los seguidores del equipo más popular de Marsella con la Policía Nacional en un estadio de Madrid, en los que otro individuo sin cociente cerebral reconocible, francés de ascendencia española, cobró un protagonismo que amenazó con alcanzar a las esferas diplomáticas entre ambos países, y para más recochineo fue recibido como un héroe en aquella ciudad mediterránea tras su paso por las celdas españolas, donde se sirve un menú de cuatro comidas diarias a cuenta del contribuyente.

Si en aquellas ocasiones los disturbios no se saldaron con varios centenares de muertos fue sólo una cuestión de clímax, no de civilización o cultura. En una de estas se va a armar una similar en un país tan occidental como el nuestro, porque entre otras cosas a la juventud se les bombardea a diario con una mierda de programación en la televisión, con videojuegos cada vez más caníbales y realistas, con una pésima educación académica y cívica, con el aplauso institucional a la cultura del etílico, con el encumbramiento de ídolos cada vez más incultos y más millonarios (léase el caso del futbolista que reconoce no haber leído un libro en su vida, aunque empezó «Yo soy el Diego» —biografía de su ídolo— y fue incapaz de acabarlo), y con el enraizamiento de una clase política que ha echado a pique todo un país (y que lo va a hundir más todavía… al tiempo).

Con semejante batido social, ¿qué podemos esperar? Pues que una tarde cualquiera nos acerquemos a la macabra plusmarca establecida por los egipcios.