Traición del subconsciente

Eddy Merckx, que de ciclismo sabe precisamente lo que no está en los escritos, ha soltado una perla: «“Si buscan la pureza al cien por cien darían todos positivoâ€Â». Y lo corrobora con un mensaje apocalíptico propio del derrotista: «“alguien quiere la muerte del ciclismoâ€Â»; inculpa a terceros, exculpa al mundo del ciclismo, algo típico del mediocre. No se puede leer más en menos palabras.

Salvo erróneas interpretaciones (de sentido o de traducción), la ecuación —silogismo sería lo propio— es bien sencilla. Si todos darían positivo es porque todos van dopados. Y lo ha dicho Eddy Merckx, que de ciclismo sabe, ‘precisamente’, lo que no está en los escritos. (Lo repetí en el viejo blog hasta el hartazgo: hoy en día gana quien mejores médicos tiene). No aclara el belga si propugna la permisión de una práctica inveterada en una actividad centenaria, permisión que sería más que adecuada por los motivos expuestos en la versión anterior de este blog. Cabe decir aquí que Merckx, según su ficha wikipédica, fue expulsado del Giro en 1969 por dopaje, precisamente el año en que ganó su primer Tour. Fue también condenado por doparse en otras dos ocasiones, aunque la controversia está servida. En 1970 fue nombrado mejor deportista mundial, algo que evidentemente hoy en día no podría ocurrir.

Al comienzo de la universalización del deporte moderno no se consideraba deporte el practicado por los profesionales, y en consecuencia no les era permitido participar en algunos certámenes (como los olímpicos). Ahora que el COI ha abrazado el profesionalismo como medio rápido de hacer caja debe también aceptar lo que el profesionalismo trae consigo (en el deporte se juntan la ambición por el dinero y el ansia por la notoriedad). Y todo gracias a un activo franquista como fue Samaranch.