Los derbis son partidos de alto riesgo, donde las aficiones –luego de enésimos partidos en la cumbre– presentan ánimos enconados. O asà deberÃa ser. Pero existen un par de aldeas de irreductibles aficionados en el norte de la PenÃnsula Ibérica donde las aficiones no sólo no se pelean sino que toman potes juntos y entonan sus cánticos al alimón, cediendo protagonismo a los rivales (ver el final del vÃdeo que aporta la noticia enlazada arriba).
Cierto que siempre puede aparecer algún descerebrado que no ha tenido una buena digestión del marmitako, pero eso no empaña lo que es de hecho una fiesta. A ver si aprenden por otras latitudes, incluidas otras aldeas hispanas, que sus partidos de alto riesgo nos cuestan a todos una pasta que ya no tenemos (porque la han diluido los inútiles polÃticos que nos asolan). Por cierto, en aquella final copera del Athletic-Barça las aficiones comulgaron también con sus cánticos en el fragor de la batalla (y con sus pitadas también hicieron causa común… lo dicho, una fiesta…).