Siempre nos quedará la literatura

Los niños en particular y la sociedad en general necesitan ejemplos a seguir. Nuestros políticos no son ejemplos a seguir. Nuestros deportistas no son ejemplos a seguir. Estos días Sergio Ramos ha protagonizado un acto bochornoso, pero en cualquier mes de cualquier año en el que transcurra esta sociedad encontraríamos un bochornoso ejemplo cercano. Antiguamente los ejemplos a seguir eran los héroes, legendarios hombres cuyas gestas llegaban a aquellas sociedades a través de los cantares y el teatro. Hoy son los medios de comunicación, la televisión mayormente, quienes nos meten en casa la vida de personas o personajes que deberían ser ejemplos a seguir. Pero como no hay ningún ser humano perfecto, la intromisión en las vidas privadas de quienes deberían ser nuestros héroes actuales y la difusión exagerada que adquiere cualquier feo gesto que podría haber pasado inadvertido en cualquier sociedad menos mediática, consiguen que no dispongamos de ejemplos perfectos a seguir. Así pues, tal vez sea preciso cambiar lo que se ha convertido en bases de nuestra sociedad. Al menos para que nuestros niños, que serán quienes formen y conformen la sociedad del futuro, dispongan de buenos ejemplos a seguir. Aunque nuestros políticos seguirán sin ser ejemplos a seguir mientras valoren más su cuota de pantalla o primera plana que su trabajo en segundo plano en pro de la sociedad que los padece… sí, y que los elige, pero es que no hay donde elegir uno que sea bueno, que sea justo. Igualmente nuestros deportistas deberían pasar a un segundo plano mientras no estén actuando, como personajes que deberían limitarse a representar. Y los medios de comunicación deberían mostrar sólo de pasada esos errores que les impiden convertirse en héroes a seguir para la sociedad, para los niños (¡ah…! la libertad de expresión, la libertad de información… invocadas para repetir hasta el hartazgo del morbo lo que debería ser eliminado de las retinas).

Siempre nos quedará la literatura, donde los héroes mantienen imperturbablemente conductas ideales.