Nos inunda hoy la prensa con la noticia sobre el interés que el gobierno de nuestro paÃs va a empezar a mostrar hacia el ajedrez. Al parecer los señores diputados han evacuado una instancia pidiendo al gobierno que dé cabida a una recomendación de la Unión Europea —esa unión que queda tan lejos en lo económico, en lo social, en lo administrativo, en los salarios…, pero no en los impuestos—: implantar el ajedrez en el sistema educativo español. Y sus señorÃas, todos y todas, se han dado golpecitos en el pecho y palmaditas en la espalda al haber aprobado por unanimidad una proposición no de ley para llevar adelante un proyecto de tal envergadura: acaban de descubrir la pólvora mojada.
- El ajedrez como asignatura
- El Congreso aprueba fomentar el ajedrez como deporte en la escuela y los espacios públicos
- 10 argumentos a favor del ajedrez en las aulas
- Edito para añadir: Aquà 8 argumentos; ¿coincidirán con los del anterior diario?
He podido consultar el futuro en la bola de cristal de la abuela Filomena y veo algunas traviesas en muy mal estado por entre los raÃles que llevarán este tren —posible y lamentablemente— a ninguna parte:
- Si hay más de ocho mil municipios en el paÃs calculo que habrá unos veinte mil centros escolares, entre colegios e institutos: no existirá profesorado cualificado suficiente para implantar el ajedrez entre los escolares, en consecuencia la calidad media bajará a niveles semejantes a la inacción, y hasta contraproducentes. Será pólvora sorda.
- Desde hace muchos años la jornada escolar se ha comprimido para dejar sitio al nuevo espécimen de profesor-funcionario sin vocación; de las seis horas de clase que dábamos los que peinamos canas a las cinco (escasas) de hoy en dÃa con clases de cincuenta minutos para dar cabida al necesario recreo contabilizado como horas laborales para el profesorado-funcionariado aunque estén en la cafeterÃa: me pregunto qué asignatura verá mermado su horario semanal. Tal vez lo embutan en eso que llaman Alternativa, pero eso no es una asignatura. Construirán un árbol de pólvora.
(Ya es triste que el futuro del paÃs esté en manos de gente con escasa nota en la PAU que acaba en una carrerita de tres años de los que casi uno es de prácticas en las que los futuros ases de la educación entienden rápidamente el corporativismo con el que son tratados en los centros que les corresponden en suerte. Los maestros vocacionales que aún quedan están —seguro— de acuerdo con lo dicho, pero no pueden expresarlo con tal crudeza so pena de ser arrinconados por los adláteres del sistema en sus puestos de trabajo).
- Esto es Espart…, digooo esto es España: como a nuestros españolitos —que han crecido con nuestras taras, las que nos marcan desde hace por lo menos cinco siglos— les obliguemos a jugar al ajedrez, será la forma más rápida y segura para que renieguen de jugar. Tendrán un polvorÃn en el aula.
- El ajedrez además de ser un juego abstracto es un deporte con una estructura federativa consolidada: por inercia, como todo lo que se hace desde las Administraciones públicas, no se potenciará la faceta lúdico-educativa del juego sino la competición y la selección de los mejores. Gastarán pólvora en salvas.
- Somos tierra de iluminados y de pancistas pero también de pÃcaros, y somos capaces de caer en el esperpento y asumirlo como natural: aparecerá un Al Gore cualquiera —a ser posible con carné rojo o azul acreditado— para vender al gobierno (de la nación o de la autonotaifa) vÃdeos, libros, tableros, trebejos y relojes digitales, se llevará una pingüe pasta y todo ese material pagado con dinero público quedará en poco tiempo olvidado en los áticos de los edificios escolares y dentro de veinte años alguien, quizá, podrá rescatar algo (los libros sà pero los vÃdeos no por culpa de la obsolescencia programada). Tiran con pólvora ajena.
- En este apéndice de Europa que somos (y no sólo apéndice geográfico) nuestros gobernantes sólo son capaces de copiar la punta del iceberg de los sistemas que funcionan en otros paÃses, como en el sangrante caso del deporte profesional con las enquistadas y anquilosadas ligas profesionales y la cada vez mayor deuda con el Estado que acumulan las sociedades anónimas deportivas (Hacienda, Seguridad Social, IVA, etc.): volverán a caer en el error y se volcarán en la parte del iceberg que está a la vista, descuidando la base que lo sustenta. Cuando llegue el momento el bloque de hielo se dará la vuelta y desaparecerán todas las banderitas colocadas tan primorosamente. Eso sÃ, habrá dado tiempo a hacerse las fotos necesarias. Será una fiesta de pólvora.
Algo más aparecÃa en la bola de la abuela Filomena, pero no tenÃa más monedas para echarle.
Aunque tuve tiempo suficiente para ver que todo es sólo dinero. Me temo que quienes más celo han mostrado en este otro ‘traje nuevo del emperador’ tengan intereses crematÃsticos en el invento. [Edito: Parece que la federación (entidad privada) cobrará sin importarles mucho la calidad: «cursos básicos para gente sin conocimientos previos» (se trata de echar los peones hacia delante)]. Ahora habrá ajedrez para todos como si de la última panacea universal se tratara: niños de 1º y 2º de Primaria, enfermos con problemas mentales, convictos, drogadictos… —lo anticipan en la primera noticia que os he enlazado—, y a quien le gusten más otro tipo de juegos pues que patalee si quiere pero tendrá que jugar al ajedrez. Nuestros polÃticos son unos indocumentados: ni conocen ni quieren conocer las materias que tratan. Es obtener el cargo y entrarles la omnisciencia de dios y la infalibilidad del papa. Sin embargo parece que la iniciativa privada ha visto un filón en los juegos de mesa. Y también parece que los alemanes han visto otro en los juegos de rol. En medio de esto un tal Cabrera, señorÃa muy aseñorada del Congreso, recordó «la gran importancia de España en la historia y evolución del ajedrez, ya que el ajedrez moderno, con las reglas actuales, se inventó en España hace poco más de 500 años». Lo dicho, confunden el culo con las témporas. Y les seguimos pagando. En la empresa privada éste iba a durar bien poco por distraer el objetivo de lo que se debate con lo irrelevante y accesorio.