Felicidades España, enhorabuena a todos los españoles y residentes que cotizan y pagan sus impuestos religiosamente (a los vagos y maleantes que transitan libremente por las calles y carreteras de nuestro paÃs, la noticia les trae sin cuidado).
El COI, ese antro plagado de carcas y aristócratas que se han arrogado la representación internacional del movimiento deportivo ante la pasividad de los verdaderos interesados, ha hecho justicia descabalgando nuevamente la candidatura de Madrid para albergar unos Juegos OlÃmpicos (JJ.OO.).
En un paÃs desnortado como el nuestro, donde la clase dirigente ha aprendido a cometer tropelÃas sin tener que pagar por ellas, donde el contribuyente es feliz cada vez que al vecino le recortan el sueldo, le suben las tarifas o le ventilan derechos adquiridos, no es de extrañar que a una banda de ávidos amasadores de fáciles fortunas les haya sido sencillo convencer a buena parte del pueblo para que aplauda la intentona de atraerse un evento faraónico como los JJ.OO. Evidentemente la intención era engrosar sus cuentas en el extranjero (ni los alabados futboleros de la RFEF pagan sus impuestos en España) a costa del bolsillo de este pueblo estúpido y analfabeto que vegeta por el solar hispano.
Merecido lo tenemos, por indolentes, por consentidores del expolio nacional. Y si no llega a ser por esos avarientos del COI, que sólo buscan engordar sus propias cuentas en paraÃsos fiscales, y se temieron que con la crisis económica y financiera que asola España no tendrÃan más que huesos para roer (la alcaldesa no electa de Madrid estúpidamente se atrevió a proponer unos «Juegos de la austeridad»), nos encasquetan los Olimpic Games y no salimos de la crisis ni para el 2030.
O quizá fuera que los del COI se olieron que las pirañas polÃticas españolas son más voraces que ellos mismos y decidieron poner tierra de por medio.
En cualquier caso el revolcón es histórico, tanto como la contumacia de quienes dirigen sin brújula ideológica el paÃs, saltando de islote en islote (por seguir con el sÃmil náutico). Asà pues mucho nos tememos que recobrados de la vergüenza internacional a la que se vieron expuestos vuelvan a las andadas resurgiendo de su propia miseria cual ave fénix.
Y el pueblo, lelo y analfabeto, aunque serÃa más justo decir que es un pueblo cegado por voluntad propia pues acepta como motor la tele, los videojuegos y el fútbol, cuyo epÃtome es el FIFA del año en curso para la «plei», aplaudirá una nueva intentona que será pagada por el Erario público, sufriendo nuevos recortes en educación (y les quitarán el derecho al comedor de los niños, comedor que tendrán que pagar muy gustosamente), en sanidad (y les harán pagar las recetas y las consultas y no digamos ya pruebas artroscópicas e intervenciones quirúrgicas), en servicios sociales (que irán a parar a manos de extranjeros vagos, pÃcaros y maleantes, que nunca han cotizado en España, pero que tienen tanto derecho a las prestaciones sociales como el que trabaja para levantar el paÃs con sus impuestos), o en infraestructuras y transportes (desde el Cantábrico es imposible ir y volver en un fin de semana a Madrid sin dejarse la mitad del sueldo mileurista).
Cada pueblo tiene lo que se merece, y nosotros nos merecemos esta sodomización lenta y constante con la que nos someten polÃticos, familia real, banqueros, extranjeros, e incluso los medios de comunicación, quienes nos sirven las noticias que a los anteriores les interesa que creamos. Si es que nos gusta que nos arreen con la vara. Primero permitimos que el general golpista muriera en la cama y ahora permitimos que estos descalzaputas nos quiten el pan.
Estamos buscando un destino donde podamos vivir holgadamente con el dinero de la jubilación. Ya nos queda menos para llegar a ella. Al menos los impuestos que paguemos por nuestros gastos quedarán en nuestro futuro paÃs de adopción, encantados de que vayamos allà a invertir y gastar lo poco que nos quede. Diremos más, ya hemos comenzado a construirnos ese paraÃso. Nos iremos de nuestro paÃs con la alegrÃa del que deja atrás toda una vida que desea olvidar.