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Los niños derechos

Decía en la entrada anterior que esta sociedad tuerce a los niños. Se ha vuelto todo muy contemplativo. Cualquier niño tiene todo tipo de derechos, excepto el derecho a que le enderecen o le eduquen en el respeto a los demás, que viene a ser lo mismo. Y como no todos los infantes son iguales, enseguida se nota el niño que no tiene dirección en casa.

Aunque es justo reconocer que algunos van a salir torcidos con tutor o sin tutor. Pero esta sociedad saciada y contemplativa es capaz de erigir un monumento a un botarate.

O de permitir que un famoso oportunista le dé el nombre a un lugar público de alguien que goza de la oportunidad de hacerse famoso. Luego, si el tipo o tipa mete la pata, se cambia el nombre por el de otro u otra que pasaba por allí.

Aunque muchos jóvenes no lo recuerden, en este país se hizo famoso un boxeador no hace tanto tiempo: Poli Díaz, de Vallecas, que llegó a tener en vela a más de medio país con motivo de la disputa de un entorchado mundial que no consiguió. Lo logró tiempo después Javier Castillejo, pero no alcanzó tan altas cotas mediáticas como aquel Potro de Vallecas.

El caso es que no fue raro que en pleno auge alguien diera el nombre de Poli Díaz a un polideportivo municipal, como en fechas más recientes se le ha dado el nombre de Íker Casillas a una avenida de Móstoles, o el de Alberto Contador antes del filete a unas instalaciones deportivas de Pinto, o el de Fernando Alonso a una céntrica calle de Oviedo.

Y el niño que había dentro del boxeador ha salido torcido. Agotado el dinero de los campeonatos, hace tiempo se supo que alquilaba un par de tiendas de campaña a los yonkis del barrio para chutarse en la vena; más tarde se le vio intentando cumplir como actor porno. Mucho después nos llegaron noticias de que había sido apuñalado, aunque fiel a la ley de la omertá del gremio se negó a dar datos de sus agresores. Al poco se dispuso a enseñar el noble arte del boxeo a niños descarriados o no. Esta misma semana publicaba un libro de memorias… Y ayer era detenido por apuñalar por la espalda con un destornillador a un tipo que estaba cerca o que no debía estar.

Los niños salen torcidos, y otros adultos pueden torcerse por el camino. Por eso insistimos en que no se dé el nombre de personas vivas a lugares públicos.

El árbol torcido

Contar chistes por escrito es una pérdida de tiempo porque no hacen gracia; así pues, permitan que tan sólo me atreva a recordarles aquel del pastor montañés al que transportan a una urbe (española, claro) en plena campaña navideña. El hombre se da un garbeo por los inevitables grandes almacenes y allí ve un trenecito de juguete que va dando vueltas por unos prados muy bien representados en una maqueta. El paisano se enoja, ase la cachava como un cipote y comienza a darle bastonazos al tren hasta que lo destartala. Retenido por los servicios de seguridad, y viendo que no es más que un pobre viejo, le preguntan por su acción, y furibundo aún dice a voz en grito: «ahora, de pequeños, es cuando puedo acabar con ellos, porque cuando se hacen grandes me matan las ovejas».

Ya les he anticipado que así leídos los chistes no hacen gracia, pero me sirve para introducir este artículo: «Fútbol, niños, psicodrama».

La presión a que los adultos someten a los más pequeños finde tras finde logra que lo que debe resultar una práctica placentera, educativa, complementaria, formativa, se convierta en un drama, una obsesión, una histeria colectiva. Hace tiempo que lo sabemos, pero nadie ha tomado cartas en el asunto. Nadie con responsabilidades, porque a quien compete tomar medidas es a las federaciones a través de sus equipos.

Quizá de manera tan sencilla como dejando de imitar las competiciones de los grandes. ¿Adónde van con una liga de treinta partidos o más? ¿Por qué no convocar torneos de un fin de semana cada dos meses y entretanto que los niños entrenen por objetivos? ¿Por qué no dejar que cada entrenador premie a su equipo, ganen o no ganen, si alcanzan ciertos objetivos, como dar X pases seguidos sin perder la pelota, o rematar de cabeza entre los tres palos tras un saque de esquina, o trenzar tal o cual jugada?

Finalmente van a meter las pezuñas los políticos y como es de prever acabarán deteriorando la situación aún más. La única idea a la que les alcanza la neurona es parir una nueva ley, como si no estuviera ya todo legislado. Uno de los problemas de este estúpido país de estúpidos es que las leyes no se respetan y no se hacen cumplir. Ni la de los perros con correa ni la de no fumar en los bares. Pasado un tiempo la furia legislativa se relaja y la policía, funcionariado al fin y al cabo, se acaba ocupando de no meterse en líos y papeleos absurdos.

Luego los niños le salen torcidos a esta sociedad de catetos, porque, al igual que los trenes, hay que enderezar los árboles cuando son jóvenes poniéndoles un tutor que les dirija. Pero un tutor que tenga bien asumidos qué valores deben potenciarse.

Con una vuelta de tuerca más, es de justicia reconocer que el asunto no es sencillo porque la ley irá destinada a los adultos amparándose en preservar la salud mental y los derechos del niño… luego deberá tratarse de una ley orgánica… Desconozco si un gobierno autonómico tiene facultades para promulgar una ley de tal categoría, pero, ¿a quién le interesan los niños ni sus avarientos padres? Se trata de justificar el sueldo y el paso por el parlamento autonómico redactando una nueva ley, aunque acabe anulada por el Constitucional.

La capa y el sayo

Dicen que Cristiano Ronaldo se negó a intercambiar su camiseta de la selección de la federación portuguesa de fútbol con un jugador israelí en un partido de hace un mes porque según propias manifestaciones (no registradas) no intercambia su camiseta con asesinos.

Y de este dato (sin confirmar aún las palabras del delantero luso) coligen que es antisemita y le acusan de ello (como si no hubiera anticatalanes y antivascos que alardean de ello, o antialemanes o antiamericanos que también alardean de ello).

De entrada se me ocurre que antes de acusarle habría que comprobar si no intercambia su camiseta con asesinos judíos y sí con otro tipo de asesinos, porque supuestamente él se ha negado a intercambiarla con asesinos, no con semitas(1).

Y de salida se me ocurre que el debate en todo caso ha de circunscribirse a un asunto de percepción personal si es que él entiende que todo judío es un asesino. A lo mejor es que aplica aquel refrán asturiano: «Tanta culpa tiene el que mata como el que tiene por la pata».

(1) Curioso el lío que se trae el DRAE con las palabras semita y antisemita. En el segundo lema desaparece la referencia a los árabes que se hace en el primero.

Una y otra vez, una y otra vez

Ayer reflejaba el tedio y el fastidio que me produce hablar una y otra vez de lo mismo. Hoy pondré otro botón de muestra. A raíz del presunto fraude del Urdangarín (para algunos de nosotros se trata de una gran oportunidad), el titular que me llamó la atención rezaba: «Retiran las placas de la Rambla de los duques de Palma». Supongo que la gran mayoría lo ven natural y lo aprueban. Como debe ser, sí señor.

Lo dije también en su día (si no recuerdo mal, incluso fue tema del segundo o tercer artículo que publicaba en lo que ahora llamo el viejo blog) pero lo volveré a repetir para aquellos que acaban de llegar y también en deferencia a aquellos que comienzan a sospechar que algo falla entre tanta parafernalia de la que se ha rodeado el deporte español.

No debe darse a los sitios públicos el nombre de personas vivas.

Así de sencillo se expone porque el motivo siempre ha sido evidente; y ahora queda patente tras leer la noticia. Pero revisemos el mundo del deporte…

En Oviedo existe una calle con el nombre de Fernando Alonso (piloto) y otra con el nombre de Samuel Sánchez (ciclista). En Pinto, si no estoy mal informado, el polideportivo se llama Alberto Contador. Y si la memoria no me falla, lo que fue la Avenida del Deporte en Móstoles ahora es la Avenida Íker Casillas. En Zamora existe desde hace más de treinta años el Polideportivo Ángel Nieto. Y me parece haber leído que por ahí existen calles o plazas con el nombre de Andrés Iniesta u otro ínclito balompedista.

En cada pueblo el político de turno se ha dado un baño de populismo renombrando calles, plazas, parques e instalaciones públicas para mayor gloria propia. Pero estos actos que deben ser siempre un homenaje póstumo (existen otros tipos de homenajes para ser dispensados en vida) trascienden la esfera deportiva y se instalan en otros ámbitos diferentes. Sin ir más lejos, y volviendo la vista a la noticia que ha dado pie a este artículo, en una conocida población norteña existe un bulevar llamado de Letizia Ortiz, y en muchos pueblos y ciudades españoles nos encontramos con calles y avenidas conocidas como Juan Carlos I.

Vuelven locos a los carteros y a los inquilinos, y cada placa que se sustituye tiene un coste para los dineros públicos. Y es que esto no es serio…

Actualización del 21.02.2013 a las 14:32h.
Otro motivo para no dar a los sitios públicos el nombre de personas vivas: Pistorius. Nike, como empresa privada, ha hecho lo que debe.

Las mismas cosas una y otra vez

Hoy me llegan dos noticias que me hacen sonreír, porque me recuerdan a Bill Murray en aquella película del Día de la Marmota («Atrapado en el tiempo» fue el título en España). Si he perdido la gana de escribir en este blog es por ese día de la marmota que se vive continuamente en el deporte.

El trabajo en el viejo blog fueron siete años incansables. Pero rompí mi rutina porque escribía una y otra vez siempre sobre las mismas cosas… una y otra vez. Hoy me topo, en primer lugar, con esta información: «Sonora pitada al Rey y al himno español […]».

Lo dije en su momento hasta repetirme como el ajo, pero lo diré una vez más por si queda algún despistado… o por si a alguno se le ha empezado a caer la venda, para que pueda ver por sí solo:

Los himnos han sido compuestos para ser interpretados en momentos solemnes, y un encuentro deportivo tiene más de fiesta que de momento solemne. Ni siquiera la entrega de trofeos es un momento solemne… es otro momento festivo.

Que eliminen de una vez por todas los himnos de los encuentros deportivos. Tuvieron su momento hace ciento y pico años, cuando el misógino confeso Pierre de Coubertin buscaba el apoyo de las naciones para su sueño re-olímpico en una Europa que pronto se vería envuelta en dos grandes guerras en gran medida por los nacionalismos. Incluso los desfiles en los Juegos Olímpicos son un remedo de un desfile militar.

La segunda noticia-ajo la dejaré para mañana, más que nada por ver si suben las estadísticas de este blog medio abandonado (querido Puñetas, ya ni siquiera digo bitácora… creo que hoy en día muchos no sabrían ni de qué estaría hablando).