El siglo XXI ha traÃdo una crisis económica y financiera, y también una crisis polÃtica y de valores. Para ser justos, este berenjenal caótico se venÃa fraguando desde finales del siglo anterior.
Y es en este caldo de necesidades perentorias donde surgen iniciativas descabelladas que buscan fama y dinero fácil y rápidamente. (La figura del timador existirá siempre que alguien desee ser timado). Basta ver en la pequeña pantalla los programas etiquetados como «tele-realidad», algunos adoptando la forma de concurso, otros bajo el manto de documental, y otros amparándose en una pretendida ayuda al burlado.
Están surgiendo aberraciones que a falta de poder clasificar en el epÃgrafe de actividades demenciales son encuadradas bajo el tÃtulo de deporte sólo porque entrañan competición. Como para muestra vale un botón, recordaré la chorrada esa del chess boxing. Antes se habÃan puesto de moda actividades de dudosa seguridad, como el macarrónico puenting, por citar uno bien conocido. (Tengo la sensación de que la población se está dividiendo en dos bultos: los que no hacen nada y los que buscan emociones exageradas).
Estos dÃas se han matado dos chavales ya mayorcitos por saltar simultáneamente desde una grúa agarrados sus tobillos por una cuerda elástica. Sus cabezas chocaron en el aire a gran velocidad y para ellos la historia se acabó. No asà para los vividores que procuran esas emociones, que enseguida han publicado una contrarréplica: «Instalado y realizado debidamente, las aseguradoras reconocen que es una actividad de bajo riesgo […]». Aunque a renglón seguido la noticia enumera una serie de variables que escapan del control de quienes se juegan la vida en busca del chute de adrenalina. El desastre sólo es cuestión de tiempo.
Me acabo de enterar del recién llegado al catálogo de los mal llamados «deportes extremos»: el takball o tazerball. Bajo la inocua apariencia de un juego con balón, los equipos se sacuden unas descargas eléctricas que, según manifiestan los propios creadores, «hacen daño». La tonterÃa esta está aún sin legislar, sin regular, sin legalizar… Hasta que sobrevenga algún muerto, como en aquel impensable mundial de sauna.
Aunque quizá sea cierto que el takball se convierta en el (enésimo) deporte del futuro. Recuerdo aquella pelÃcula de culto… «Idiocracia»…